“La eutanasia alude profundamente a la autoimagen y a la imagen del mundo del hombre, a la comprensión de la enfermedad y la muerte. Trata sobre la libertad y la subordinación, la naturaleza, la sociedad y la cultura” Acta Bioética (2002)
El fenómeno de la eutanasia ha generado una polémica a nivel mundial y encierra posiciones personales y colectivas en cuanto a su aplicación o no, lo que ha llevado a que no se llegue a un consenso general al respecto, pues cada quien (persona o grupo) asume su propia posición, aunque existan algunas coincidencias entre los criterios. En las discusiones formales acerca de la eutanasia han tomado parte médicos, teólogos, abogados y filósofos, surgiendo grupos en favor o en contra de esta práctica.
Al mirar hacia atrás en la antigüedad, en el libro “Politeia” de Platón (375 AC) se puede detectar de alguna forma el concepto de eutanasia activa y pasiva donde dice: “Implantarás tal jurisprudencia en la ciudad como una medicina, según hemos descrito, con el propósito de cuidar a los ciudadanos sanos de cuerpo y alma, pero que ya no lo están; solo permite que la muerte ocurra cuando su alma ya se ha vuelto incurable e insana”. Por otro lado, la ética médica se manifiesta desde el Juramento de Hipócrates (siglo V/IV AC) que niega la eutanasia y que dice “no le daré a nadie un remedio que pudiera causar la muerte, aunque se me pida, ni tampoco daré un consejo en esa dirección”. Como se puede apreciar, aún desde tiempos antes de Cristo, ya existían distintos puntos de vista respecto a la muerte y el término de eutanasia, hacía referencia a una muerte honrosa y agradable.
La muerte puede derivar en distintas fases o dimensiones: desintegración física, aislamiento, tristeza, miedo, negación, aceptación, resignación, obstinación, disputa, decaimiento corporal y espiritual. Esta situación conlleva a una necesidad de compañía al moribundo y a una preparación para su propia muerte, pero este acompañamiento y apoyo viene no solo de la familia (incluso a veces ni se recibe de la misma familia), sino de personas externas (cercanas o no), bien sea de forma individual o colectiva, de allí que se involucre a todo su entorno, influenciado además por la misma sociedad y la cultura. Por ello esta preocupación y el sentido entre la vida y la muerte, involucra a un todo, convirtiendo a la eutanasia en un problema que no solo es de tipo individual y familiar, sino que trasciende a todo un colectivo y cada posición depende de la sociedad y la cultura en donde se desarrolle el problema en cuestión.
Los avances médicos han trascendido al punto de conocer con antelación o predecir la muerte de una persona y extender la vida, aplazando su muerte, más no siempre posibilita mantener una mínima calidad de vida, es así como sobre estos mismos adelantos surge el planteamiento de hacer partícipe activamente al paciente de su propio tratamiento. En el tratamiento médico de las enfermedades agudas, se debe agotar los recursos físicos y emocionales que puedan alcanzar la curación del paciente y el problema bioético se presenta sobre aquellas enfermedades degenerativas, degradantes y totalmente incapacitantes. Existe el derecho del paciente a decidir por sí mismo en un asunto que es de su total privacidad y en este punto, la autonomía del paciente se enfrenta con la autonomía del médico. Las opiniones se dividen sobre el deseo del paciente de morir y la eutanasia activa practicada por el médico, sin embargo, la eutanasia activa contra la voluntad del afectado no puede ser justificada bajo ningún punto de vista. Muchos países en sus códigos penales no penalizan la eutanasia pasiva pero sí la activa.
Desde el punto de vista ético, puede existir de alguna forma cierta incoherencia por una lado, considera la vida como un valor absoluto que se debe mantener a toda costa, pero qué pasa con la personas que sufren enfermedades irreversibles, que deben soportar permanentemente dolor intenso para los cuales no existen medicamentos que los alivien, que cada día se van degenerando e incapacitando, aunque aún tienen capacidad de decisión y hacen una petición de eutanasia, pues aunque los médicos puedan prolongar su existencia, ¿no estarían profanando su dignidad humana? ¿Desde un punto ético podrían negarle esta petición a una persona en tal estado? ¿Qué le queda a una persona que lentamente está muriendo en un estado constante de agonía y sufrimiento que no solamente debe soportar él/ella sino todos los seres cercanos a su alrededor?
Ante este tipo de situación se podría acudir al Testamento Vital que es un documento donde una persona especifica las pautas y las decisiones a seguir en caso de encontrarse en una enfermedad irreversible y con excesivo sufrimiento. Este testamento se convierte en un instrumento valioso para asegurar el respeto a la autonomía y a la dignidad de una persona, aunque requiere una madurez y trascendencia en la sociedad.
Se abate un gran peso de responsabilidad ética sobre este asunto y la ética recae indistintamente sobre todas las variadas opiniones que se tengan en cuanto a la eutanasia, siendo sus actores principales la medicina, la sociedad y los mismos países.